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Reflexiones navideñas
Un importante deseo de la gran mayoría de familias empresarias se resume en lograr progresos, rentabilidad y bienestar económico para si mismos y colaboradores con bienestar, armonia y realizaciones para los suyos.
Un logro de tal dimensión implica entender que el desafío es grupal, no individual. Helder Cámara decia «Cuando sueñas solo, sólo es un sueño; cuando sueñas con otros es el comienzo de la realidad». La empresa familiar es un legado de cultura familiar, valores económicos y un préstamo de las generaciones futuras…cada uno sabrá qué implica en su conjunto. Diciembre es un mes de reflexiones en el cual resulta importante centrar la ATENCIÓN en las familias empresarias para que todas logren sus sueños e ilusiones.
La unidad
Definimos unidad como el vínculo entre los miembros de una familia que se juntan para cuidar del negocio. La unidad es la que proporciona la razón de ser del negocio familiar y es la unidad la que requiere de compromiso (definido como el grado de devoción y lealtad a la supervivencia y el desarrollo del negocio familiar) de los miembros de la familia para mejorar los resultados de la empresa. Ciertamente la unidad supone compromiso, que supone esfuerzos, que retroalimenta en mayor unidad. En muchas familias este círculo virtuoso consiste en conocer, comprender y querer hacer lo que es mejor, buscando la armonía de intereses en todo lo que es adecuado y viable, para los miembros de la familia, para el grupo familiar en su conjunto, para la empresa y para la sociedad en general.
¿Pero qué es conocer? conocer es confiar y la confianza se da cuando, naturalmente, las personas están dispuestas a intercambiar información, conocimientos y relaciones, sin temor a que el otro los utilice para fines personales, hay ausencia de temor a que el otro pueda causar daño al bien común, y una persona puede tomar decisiones arriesgadas, sin temor a ser luego sometido a juicios desequilibrados. Conocer también es demostrar estar equipado con las habilidades y capacidades necesarias para aportar valor a la familia empresaria. Cuando se es miembro de una familia empresaria, favorece el tener buenas relaciones o incluso una demostrada lealtad al negocio, miembros que muestren unas posturas transparentes, deseos de conocer las opiniones de las otras personas, capacidades para negociar y para comprender mejor las razones que están detrás del punto de vista de otras personas. Sin perjuicio de lo anterior, que es necesario pero no suficiente, los miembros de una familia aportan valor con conocimientos técnicos, profesionales, de estudio, capaces de generar innovación, desarrollo y un emprender permanente.
El amor
El amor está estrechamente vinculado a la profundidad del conocimiento que una persona tiene de la familia y su historia, así como de la empresa y su historia. Para desear lo mejor para la empresa es necesario amar a la empresa familiar, amarla no sólo como expresión de un sentimiento afectivo, sino, mucho más importante, como expresión de una «vocación», de un auténtico deseo de dedicarse a ella de alguna manera, trabajar duro en las cualidades humanas y sacrificar lo que sea para conseguir los objetivos perseguidos por la familia y su bien común. El amor por la empresa familiar es el vínculo que une a un miembro de la familia con la empresa familiar, en sentido amplio, no laboral. Hay una relación entre el amor por la empresa y el amor por la familia misma.
El amor verdadero no es ese amor adolescente o sentimental, ese enamoramiento superficial que se viene abajo tan pronto como se han de afrontar los primeros e inevitables obstáculos. La más importante prueba de amor a la empresa consiste en la disposición a poner los intereses de la empresa y/o al patrimonio familiar por encima de los intereses personales, individuales. Las condiciones que inducen a una persona a amar a una empresa pueden reducirse a cuatro condicionantes: vocación personal; el compromiso de la generación precedente; el estado de las relaciones entre la empresa y la familia, y las características de la empresa.
Cada persona tiene su propia vocación profesional, es decir, se siente más feliz cuando realiza ciertos trabajos/actividades. Si a un miembro de la familia no le hace feliz trabajar en la empresa, lo mejor es que no lo haga y que siga su vocación, su propio camino. De esta manera, amará la empresa familiar y será capaz de comprometerse con el necesario entusiasmo con el negocio familiar y su continuidad.
Además, el amor a la empresa depende de la fuerza con la que la generación más antigua ha sido capaz de transmitir este valor a la más joven. El amor está estrechamente vinculado a la profundidad del conocimiento que una persona tiene de la empresa y su historia, así como de la historia de la familia. La transmisión de las tradiciones familiares y de la empresa a los jóvenes es clave para la continuidad. Asimismo, la relación empresa-familia es muy importante. Desde el punto de vista de un miembro de la familia, esta relación no siempre es positiva: muchos empresarios tienen poco tiempo para estar con sus familias. También se pueden ver obligados a pedir a la familia que hagan sacrificios financieros si el negocio no va del todo bien, o sacrificios de su libertad personal si es una empresa sólida y la familia quiere garantizar la seguridad de sus miembros. Las familias tienen que ser conscientes del hecho de que es difícil amar lo que hace difícil la vida. El amor por la empresa también depende de las características del negocio. Amar una empresa significa, de hecho, amar el trabajo de uno, pero también cogerle afecto a la gente, los productos o las fábricas. Cada empresa tiene algo que le interesa a un miembro de la familia: simplemente hace falta descubrirlo.
Resumen
En estos días de reflexión y paz invitamos a darse cuenta de que, a la larga, la familia empresaria es la que cuenta, atender y cuidar el conocimiento de empresa familiar que tienen en común, el amor, la confianza y la comunicación es la mejor inversión de futuro para estar enormemente orgullosos de Ustedes y lo que han conseguido y podrán conseguir unidos.
Autora: Natalia Christensen
Fuente: www.laempresafamiliar.com