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¿Qué hacemos con los que no tienen lugar trabajando en la empresa?
Encontrar alternativas para no encontrar conflictos.
Con cada generación se multiplican los candidatos para ocupar la misma cantidad de sillones, y no hay lugar para todos. Entender que la empresa no puede ser una agencia de empleos para la familia es solo el primer paso.
“A usted que le parece, Augusto, ¿la empresa se debe adecuar a las necesidades de la familia, o la familia a las posibilidades de la empresa?”, le pregunté hace unos años al dueño de una industria de Rafaela. “Si la empresa se ajusta a la familia, primero nos vamos a quedar sin empresa, y después sin familia”, contestó mi cliente.
Las familias crecen a un determinado ritmo, que es distinto en cada una. Con cada generación se suman nuevos miembros de sangre y políticos, y eso lo podemos ver con claridad en algún evento: un cumpleaños de 15, un casamiento, un velorio. Allí contamos y vemos que cada día somos más.
Las empresas crecen al ritmo que pueden y a veces se achican si las circunstancias lo imponen. El trabajo que hay para hacer depende del momento en que se encuentre. Así, la cantidad personas trabajando tiene que ajustarse a esos requerimientos. Tener menos gente impone forzar la máquina o perder negocios, tener más genera menor rentabilidad y productividad.
La realidad me ha demostrado que, como el desarrollo de una y otra responden a lógicas distintas, las necesidades de la empresa y la familia pocas veces coinciden. Y como las familias crecen por ley de la naturaleza y las empresas por los vaivenes de la economía, las primeras siempre se agrandan más que las segundas.
Dicho en criollo: en el futuro la empresa no va a generar ni los lugares de trabajo ni los ingresos que los miembros de la familia quieren mantener a lo largo del tiempo.
La opción fácil es olvidarse de la empresa y priorizar la familia, porque es la que menos conflictos genera en el corto plazo; pero:
- Generamos en la familia la idea de que todos los miembros actuales y futuros van a tener trabajo en la empresa, y convertimos en un derecho algo que puede o no ser nada más que una oportunidad. “¿Cómo no va a haber un lugar para que el marido de la nena trabaje, si ya se casaron y es parte la familia?”
- Convertimos la caja de la empresa en un arca familiar en la que todos pueden meter la mano, e instalamos la idea de que los bienes de la empresa son de la familia. “¿Por qué el nene no puede usar la camioneta de la empresa para ir a cazar, si lo fines de semana está parada en el galpón y nadie la necesita?”
Lo primero es establecer las reglas, y después asegurarnos que todos las conozcan y sepan los límites que hay entre la empresa y la familia.
El ingreso de los familiares a trabajar en la empresa tiene que responder a las necesidades de la empresa:
- Alguien (familiar o no) ingresará cuando se genere una vacante, o porque el crecimiento de la empresa requiera de una persona más. Nunca inventar un puesto de trabajo porque un miembro de la familia está desocupado.
- La persona (familiar o no) que ingrese debe reunir las condiciones que el puesto de trabajo requiere. Nunca inventar un puesto de trabajo porque un miembro de la familia sabe hacer determinadas cosas.
- El sueldo que cobre la persona (familiar o no) que ingrese será lo que en el mercado laboral se le paga a cualquiera que haga ese trabajo. Nunca inventar un sueldo diferente porque un miembro de la familia necesita mantener un determinado estándar de vida.
Los problemas de trabajo de los miembros de la familia no los puede solucionar la empresa, salvo cuando ambas necesidades y posibilidades (las del familiar y las de la empresa) coincidan. Los problemas de caja de los miembros de la familia no los debe solucionar la empresa, sino la familia.
Difícil pero no imposible. Un poco menos si se cuenta con ayuda especializada.
Autor: Sergio Messing. Consultor de Empresa Familiar. Miembro profesional asociado al IADEF.