Octubre, el mes de las empresas familiares
Ocho de cada 10 son empresas familiares. Generan el 70% de los puestos de trabajo de la actividad privada y entre 60/70% del PIB de un país
Por Natalia Christensen*
El 5 de octubre se celebra el Día Internacional de la Empresa Familiar y es imperativo reconocerlas: luchan por permanecer, crecer y transmitir el legado, de generación en generación y son claves en la sociedad.
En el mundo, 8 de cada 10 son empresas familiares. Generan el 70% de los puestos de trabajo de la actividad privada y entre 60/70% del PIB de un país. Son portadoras de un alto nivel de integridad y de valores, especialmente de responsabilidad social. Pero necesitan ayuda profesional.
En las empresas familiares existe un entorno propicio a la conciliación de la vida familiar y laboral; estas organizaciones suelen garantizar la transmisión de conocimientos particulares y competencias exclusivas y desempeñan, en algunos casos, un importante papel de cohesión social.
Sin embargo, aún no reciben el apoyo necesario, el reconocimiento ciudadano o social y la atención diferenciada en el marco legal, civil y comercial que les favorezca en el desarrollo de su complejo sistema, integrado por la familia, el tipo empresario y el patrimonio y propiedad. Además, hacen falta políticas públicas que pongan de manifiesto que desde los Estados (nacional, provinciales y municipales) hay un registro, un interés y una atención de las empresas familiares en sus particulares características.
Las empresas familiares, al igual que cualquier otra organización, buscan crecer y prosperar, pero tienen un objetivo adicional que las hace únicas: trascender más allá de su propia existencia inmediata.
Dejar una huella perdurable en el tiempo para la familia y para la empresa no ocurre de manera automática; requiere de un enfoque consciente y estratégico de la persona humana, la familia, la organización de gestión y el patrimonio. Invertir en capital humano garantiza la perpetuidad de cultura de Empresa Familiar para la creación de valor empresarial y social a través de las generaciones.
En este contexto es donde la construcción de acuerdos pueden desarrollar un papel esencial, ya que uno de los factores por los que las empresas no logran continuidad tiene que ver con la falta de armonía en la relación entre parientes y el inadecuado abordaje de los conflictos familiares, que a veces se desencadenan cuando no hay entendimiento, empatía ni metas comunes.
Entonces las empresas familiares requieren de profesionales especializados en el tema, que tengan conocimientos y dispongan de herramientas y prácticas ya probadas en casos anteriores. La experiencia es fundamental. Así, los facilitadores externos cooperan en el diagnóstico, trazado de planes, incorporación de talento, tecnología, modernización, y fundamentalmente, a la hora de la crisis.
La visión de dejar huella, construir un legado sólido, implica la transferencia de valores, conocimientos y tradiciones de una generación a otra. Construir un legado no solo garantiza la estabilidad de la empresa y la armonía en la familia, sino que también contribuye a la formación de una identidad y una reputación que perdurarán en el tiempo.
De este modo, las empresas familiares se convierten en vehículos para el desarrollo de una historia compartida y un patrimonio duradero, que define el impacto de su existencia en el futuro.
* presidenta del Instituto Argentino de la Empresa Familiar (IADEF) y del Instituto Latinoamericano de la Empresa Familiar (ILAEF)