Por ello, la salida forzosa de un miembro de la familia puede significar una situación de riesgo para las relaciones entre los diferentes miembros. En especial si no se hace bien, ya que puede generar unas heridas tan profundas, que después serán muy difíciles de sanar y correremos el riesgo de que el despido de la empresa se convierta en el despido de la propia familia.
A lo largo de los años hemos visto casos en los que despedir a un familiar era la mejor alternativa, sea para la empresa, para la familia y/o para la persona en cuestión. Pero incluso cuando la familia era consciente de que tenía que invitar a irse a alguno de sus miembros, le solía faltar el valor para hacerlo. Esto provocaba que la situación se enquistase en el tiempo, llegando a afectar a la eficiencia empresarial.
Nosotros siempre decimos que, para conseguir que no rompa a la familia ni dañe irremediablemente la armonía familiar, es importante seguir un procedimiento objetivo. Cuando sea posible, además, es preferible que la familia consensúe de antemano en un Protocolo familiar cómo se procederá en el momento de despedir a un familiar. En el mismo se acordarán las pautas para hacer efectivo el despedido, cese e, incluso, degradación profesional de un familiar, sin perjuicio de aplicar los procedimientos formales previstos en la legislación vigente en cada momento.