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De Emprendedor a Empresario
Pasar de emprendedor a empresario es una transformación necesaria. Estancarse en la primera etapa, en la que todo depende del fundador, impide que el negocio crezca y se profesionalice.
“Encuentra un trabajo que te guste, y no trabajarás un solo día mas de tu vida.”
Las empresas son sistemas complejos que dependen de infinidad de variables: mercado en el que se desarrolla, forma legal, cultura de los fundadores, visión, valores, etc. Por eso resulta muy difícil generalizar en cuanto a qué comportamientos y estrategias son los adecuados. Un mismo problema se resuelve en cada organización en forma distinta y, generalmente, con buen resultado en todas.
Pero a medida que van creciendo, pasan por etapas de evolución que son muy similares en la mayoría. Tal como las personas, que atraviesan infancia, adolescencia, madurez y ancianidad, y en cada etapa se comportan y piensan de manera distinta, y cada una llega en tiempos diferentes, lo mismo ocurre con las organizaciones. La única diferencia es que, si se las conduce en la forma correcta, las empresas pueden transformarse y crecer. Es el fundador quien tiene que ir adaptando su forma de conducir a medida que la organización crece. Se debe producir en el directivo una evolución natural de emprendedor a empresario.
A pesar de haber trabajado con un gran número de empresas, hasta ahora no he encontrado fundadores que hayan sido capaces de transitar este cambio sin ayuda. Y quienes lo hicieron, fue por consecuencia de haber sido empujados por la siguiente generación y porque no han tenido que enfrentar grandes problemas (de allí que no convoquen a un consultor externo). Eso sí, absolutamente todos, se resisten a esta evolución.
¿Por qué es necesario transformarse? En cada etapa, junto con los cambios de organización, se debe evolucionar en la forma de liderazgo y en la cultura de la empresa. Estos pueden ser objetivos buscados o comportamientos emergentes como consecuencia de la crisis atravesada. Muchas veces ocurren ambas cosas, los cambios influyen sobre la crisis y es esta la que produce los cambios.
Primera etapa: el profeta
Cuando nace la empresa, una o más personas comienzan una actividad para fabricar un producto o dar un servicio. En esta primera etapa, independientemente de que la empresa cuente con recursos o no, el fundador es “el profeta”. Cuenta con una alta dosis de Visión y Acción, es el que rompe moldes, el que empuja a la empresa hacia delante. Generalmente, acompañado por un grupo de colaboradores que están muy motivados, es quien resuelve todos los problemas que aparecen. Todo es nuevo, el nivel energético es muy alto. A esta etapa se la conoce también como caos creativo. No hace falta un control estricto porque la empresa es pequeña y fácil de manejar.
En esta etapa, el fundador, normalmente, forma parte de la rueda operativa en casi todas sus etapas (comprar, producir, vender, entregar, cobrar, pagar). Es el típico emprendedor. A medida que la empresa va creciendo se van incorporando personas que, al principio, se adaptan fácilmente al resto, porque se les puede inculcar fácilmente la Visión y contagiar el entusiasmo.
Aparecen los problemas
La cantidad de gente aumenta, y los nuevos no reciben la comunicación porque todos están muy ocupados. Comienzan a trabajar sin una Visión global, pero con mucha energía y se genera una subcultura rutinaria. Los nuevos integrantes de la empresa no pueden resolver muchos de los problemas que se presentan. No hay tiempo para pensar. El gerente tiene que ocuparse de todo, no puede delegar, un poco porque no sabe cómo y otro, porque el personal -que no tiene la Visión- no resuelve nada sin preguntar.
Surge la sensación de que faltan controles, la información generada no es suficiente y todo depende del gerente, que, lógicamente, no puede estar en todo. Entonces, comienzan a aparecer los problemas: bajan las ventas, o el clima de la organización es de tensión, o no hay suficientes datos para tomar decisiones, o nadie se ocupa de resolver las situaciones que surgen. Todo lo tiene que solucionar el fundador. Todos trabajan al límite de estrés.
Son esas empresas que, sin visión estratégica, pasan sus días resolviendo problemas. No programan ni tienen objetivos. El mayor inconveniente es que estas organizaciones pueden sobrevivir así por años, entonces creen que no necesitan cambiar. El emprendedor siente que si él no controla, no está bien hecho, entonces, aquello que no puede controlar o hacer personalmente no se hace. Paradójicamente, él mismo boicotea el crecimiento de la empresa. Es su propio freno, justamente, por tener esa característica de ser tan emprendedor. Es entonces cuando debería transformarse en un empresario.
La transformación de emprendedor a empresario
Esto se logra generando nuevos hábitos de trabajo, con una nueva manera de mirar la empresa. Pasar a ser empresario es del tipo de conocimiento que se aprende llevándolo a cabo, ejerciéndolo. Como la habilidad de andar en bicicleta, no se puede incorporar teóricamente. Se debe transitar el camino de adquisición de nuevos conocimientos y habilidades paso a paso.
Este camino tiene cuatro estados:
- Incapacidad inconsciente: Cuando no sé que no sé. El Emprendedor no sabe lo que es ser empresario, es más, cree que conducir una empresa es hacer lo él hace.
- Incapacidad consciente: Cuando percibo que no sé. El Emprendedor descubre que debe hacer las cosas de manera diferente si es que quiere crecer y dejar de estar continuamente solucionando problemas. Comienza a capacitarse y a cambiar hábitos, a desaprender, y entonces pasa a la otra etapa.
- Capacidad consciente: Cuando percibo que sé. El nuevo Empresario piensa antes de actuar, debe concentrarse en lo que hace para dejar de lado viejos hábitos, viejas formas de actuar y de pensar.
- Capacidad inconsciente: Cuando sé que sé. Ya no hay que pensar o concentrarse para actuar de determinada manera, es casi un instinto, y ya no se acepta hacer las cosas de otra forma. Es como conducir un automóvil, no tengo que pensar para hacerlo. Es el estado del conocimiento y dominio de la habilidad.
Diferencias entre el emprendedor y el empresario
En esta clasificación, debe quedar claro no significa que uno sea bueno y el otro malo, que una es la manera de correcta de actuar o pensar y la otra no. Sino que no son sinónimos: cada uno es importante y debe aparecer en distintas etapas de crecimiento de la empresa. Cuando se invierten esos roles en cada etapa, el resultado es el fracaso o la falta de crecimiento.
El emprendedor trabaja mucho.
El empresario piensa y elabora mucho.
El emprendedor hace las cosas él mismo o las controla personalmente.
El empresario delega y controla resultados.
El emprendedor es muy bueno solucionando problemas.
El empresario es muy bueno definiendo estrategias y objetivos, se anticipa a los problemas.
El emprendedor controla que su gente esté todo el día trabajando.
El empresario mide los resultados del trabajo de su gente.
El emprendedor hace muchas cosas.
El empresario genera mucho valor.
El emprendedor se rodea de gente trabajadora y sumisa, no tiene tiempo para discutir.
El empresario se rodea de gente capaz, se debate a fondo cada decisión.
El emprendedor controla el funcionamiento de la rueda operativa de la empresa.
El empresario está mirando la empresa, los cambios del mercado y la evolución del entorno.
El emprendedor premia el esfuerzo.
El empresario premia los resultados.
El emprendedor conoce las máquinas de su empresa.
El empresario conoce los números de su empresa.
El emprendedor es imprescindible en el momento de crear una empresa y echarla a rodar.
El empresario es imprescindible para hacer crecer la empresa una vez que comenzó a rodar.
Santiago Antognolli
Socio Activo del IADEF
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