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Cómo crear una empresa basada en el legado familiar
A las fundadoras de Vasalissa les corre el chocolate por las venas y son las herederas del creador del mítico bocadito Cabsha
A Dadi y Federica Marinucci, madre e hija, les corre chocolate por las venas desde chicas. Juntas crearon Vasalissa, una chocolatería boutique que cuenta con seis locales propios desde que se lanzó hace 11 años.
«Vasalissa» es el personaje principal de un cuento de la tradición oral, es la historia de una nena campesina cuya madre, antes de morir, le regala una muñeca que se convierte en hada. Por este cuento infantil, las emprendedoras bautizaron a su proyecto que fundaron en honor al legado del padre de Dadi, Abrascha Benski. Benski, un inmigrante con gran pasión por la mettier del chocolate, fue el autor del insignia bocadito Cabsha.
En el relato, la hermosa Vasalissa tiene que cuidar a la muñeca y consultarla si está en problemas; si confía en sus consejos sobrevive y triunfa. «Es una metáfora acerca de creer en tu esencia, orígenes y valores» explica Dadi Marinucci.
Clarissa Pinkola Estés, una autora, poeta y psicoanalista norteamericana, escribió en su libro Mujeres que corren con los lobos una reinterpretación del cuento de Vasalissa. Según ella, la historia es acerca de la liberación femenina, de pasar de la sumisión a la independencia y la enseñanza es que las mujeres, a partir de nutrir y cuidar a otros, crecen y son triunfantes.
Las emprendedoras chocolateras encarnan bien con esta versión. La empresa cuenta hoy con seis locales, ventas que crecen año tras año y alcanzaron $ 35 millones de facturación en 2016. Entre la fábrica y los locales trabajan 55 empleados y su gama de productos se amplió hasta incluir bombones, helados, macarrons, y pastelería. En entrevista con LA NACION hablan de su historia y las claves para triunfar en su negocio al mismo tiempo que Federica hamaca en un cochecito a su bebé de tres meses.
Focalizarse en el valor y no en los costos
La inversión inicial, de US$ 70.000, la utilizaron para abrir un local en Martínez en el año 2006 para el Día de la Madre. Confeccionaban a mano las trufas de chocolate que vendían en las próximas 24 horas; y la demanda agotaba toda la producción. Para la Pascua siguiente, sólo seis meses después, abrieron un segundo local en Callao y Alvear.
«Agradezco que en un primer momento nunca pensamos en los números, era un homenaje a mi papá. Si buscábamos eficiencia no hubiéramos dedicado tanto tiempo y complejidad a la confección de las trufas», aclaró Dadi. Por ejemplo, se empecinaron en fabricar sus propias «coquillas» (el caparazón que recubre a las trufas y permite que tengan un relleno blando) de excelente calidad de chocolate. Es un proceso complicado y costoso que hubiera desanimado a cualquier otro fabricante, pero para estas emprendedoras era fundamental mantener los estándares de calidad familiar.
Abrazar el legado para elegir el negocio
La tradición dulcera en la familia proviene de Rusia, donde el abuelo de Dadi tenía una fábrica de chocolates que tuvo que dejar atrás para escapar la violencia de la Primera Guerra Mundial. Su padre tenía 4 años cuando se exiliaron a Rumania, donde la familia volvió a montar un negocio de golosinas. Pocos años después Benski se hizo cargo de la escapada en barco, para salvar su vida y la de otros 17 judíos. Su futura mujer, la madre de Dadi, también escapó con él. Con la gracia de un general armenio, que intercedió por ellos, Bensky lograron llegar a Beirut. Finalmente, en 1948 se radicó en la Argentina. «Este país es un paraíso», solía decir. El Cabsha nació del encuentro de la vieja tradición chocolatera europea con el dulce de leche argentino, fue la primera golosina en incorporar el sabor nacional. Con el éxito que consiguió pasó de un pequeño taller en su garaje en Vicente López a una fábrica más grande en Belgrano R. Desde jóvenes desligó a sus hijas de la responsabilidad de ocuparse del negocio familiar. Su hija menor recuerda que le dijo: «Yo fui feliz con mi empresa, si a alguien le sirve que la compre». Puso la organización a la venta y, el mismo día que se concretó la operación con unos inversores mexicanos, Benski falleció. No llegaron a comunicarle la noticia.
La estética como valor agregado
Además de la genética, las emprendedoras compartían una fuerte pasión por las artes visuales y su formación académica era en ese ámbito. Dadi había estudiado Bellas Artes y Federica escenografía en la Universidad de El Salvador y juntas habían hecho varios cursos de fotografía. Elaborar productos bellos y presentarlos con cada detalle cuidado era tan importante como su sabor. «Queríamos que las trufas parecieran joyitas: todas del mismo tamaño, con una caja y un envoltorio perfecto. Deliciosas pero también muy bellas», dijo Federica. Las primeras las hicieron en el rincón de la casa que tenían destinado a las cosas de fotografía; Federica aún vivía con su mamá.
Animarse a explorar nuevos territorios
Antes de que los helados de palito gourmet invadieran la ciudad, Vasalissa comenzó a comercializarlos como «ice cream on a stick» para reforzar la idea de que era la misma calidad del helado que viene por kilo, con una presentación innovadora y recubierto de su chocolate premium. Para Federica «fue una decisión difícil por la gran inversión que suponían los exhibidores, pero valió la pena». Se transformaron en ice cream pops de los cuales venden casi 1000 kilos (9000 palitos) por mes. «Muchas chocolaterías en Europa sirven helado porque es contra estación, aunque el argentino consume chocolate en verano por las Fiestas y Pascuas» aclaró Dadi.
«Notamos que algunas personas se sentían inhibidas por el local y no entraban pensando que era muy caro, entonces comenzamos a ofrecer café y bar.» Con esa estrategia, era un lugar más accesible y que alargaba el tiempo que duraba la experiencia en Vasalissa. Más de uno, tentado, sale con una bolicta con trufas.
Mini-bio
Emprendedoras
Dadi Marinucci (madre) y Federica Marinucci (hija)
Educación
Dadi estudió Bellas Artes y Federica escenografía en la Universidad de El Salvador. Juntas hicieron cursos de fotografía
Historia
El padre de Dadi tenía una fábrica de chocolate y había creado el bocadito de Cabsha. La fábrica se vendió y muchos años después su hija y nieta relanzaron el negocio
Inicios
Empezaron haciendo trufas en su casa, mientras vivían juntas. Abrieron un primer local en Martínez en el año 2006.
Expansión
Hoy cuentan con 6 locales distribuidos en Buenos Aires, emplean a 55 personas y alcanzan una facturación de $ 35 millones anuales
Fuente: La nación
Periodista: Olivia Goldschmidt PARA LA NACION