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¿Estoy sobreprotegiendo a mis hijos?
Sobre la sobreprotección familiar, Isadora Duncan escribió: “ La mejor herencia que se le puede dar a un niño para que pueda hacer su propio camino es permitir que camine por sí mismo”.
En nuestro trabajo con familias empresarias nos solemos encontrar con jóvenes en la órbita de los treinta años que, en palabras de sus padres, están instalados en la zona de confort. ¿Es realmente culpa de ellos la falta de motivación, compromiso y autodisciplina? Personalmente pienso que no. Creo que lo que sucede en el mundo de la empresa es fiel reflejo de lo que sucede en una sociedad que estos últimos años ha sobreprotegido en exceso a los niños y a los jóvenes. Y, en última instancia, somos los padres los principales responsables del problema.
Escuchaba recientemente a la psicóloga María Jesús Álava que decía. “La sobreprotección consiste en no dejar hacer a los hijos aquello para lo que están preparados”. Qué verdad tan grande y de consecuencias tan terribles.
Algunos jóvenes (quiero subrayar la palabra algunos…) cuando llegan a la empresa familiar, la sobreprotección que ha reinado en sus vidas les impide ser autónomos, les hace desarrollar menos sus competencias emocionales, les hace estar inseguros de ellos mismos y, posiblemente, les crea una sensación de infelicidad que los bloquea. Esto hace que sus padres no confíen en ellos y que muchas veces no encuentren el momento de plantearse el relevo generacional y retirarse; con lo que tenemos un círculo vicioso en marcha.
Sobreprotección y modelos educativos en la familia
Sobreprotección va íntimamente relacionado con educación. Detrás del problema de la sobreprotección encontramos diferentes modelos educativos en los que son los padres los que propician esta sobreprotección.
En palabras de María Jesús Álava existen tres modelos. El estilo autoritario, que se caracteriza por una disciplina coercitiva, escasa comunicación y escasa expresión del afecto. El estilo permisivo, con poca consistencia en pautas y normas, aunque con alta comunicación y expresión del afecto. Y el estilo equilibrado (por el que abogamos para no caer en la sobreprotección), con alta comunicación, expresión de afecto y una postura de firmeza cuando hace falta. A partir de aquí es fundamental dejar a los hijos que se enfrenten a las dificultades, que sean autónomos, que se equivoquen y que en el esfuerzo no encuentren un castigo sino una herramienta de aprendizaje y crecimiento personal. Y una vez en la empresa familiar, que no tengan un trato especial, que se ganen el reconocimiento de los demás por su humildad, sus méritos y no por el peso del apellido.
Afortunadamente, en nuestro día a día también nos encontramos con muchos jóvenes que han sido educados desde el equilibrio y en los que la sobreprotección aparente no ha impedido que desarrollen sus competencias personales y profesionales de forma brillante. Aquí premio compartido para ellos y para sus padres.
Autor: Ricard Agustín. Consultor de Empresa Familiar. España.
Fuente:AQUI